viernes, 27 de enero de 2012

Desenganchada



Hace una semana regresé de un largo viaje. Durante un mes me perdí, con mi familia, en la Patagonia profunda. Sin teléfono, sin ordenadores, televisores ni periódicos. En la foto, veréis un cartel que marca prácticamente el único lugar en cientos de kilómetros donde había señal de telefonía móvil. Y aunque suene a tópico, como suele ocurrir en estos casos, al perdernos, nos encontramos. Nos encontramos con otra realidad, otro estilo de vida. Como en un retiro de meditación, poco a poco se fueron apagando los estímulos externos que nos bombardean constantemente, y la vida se volvió mucho más sencilla. No había opciones que tomar cada minuto sobre qué tema resolver o qué aparato encender. No había llamadas que atender ni teníamos que decidir a quién llamar esa tarde. Se impusieron el cielo, el viento, las montañas, y la inmensa planicie patagónica. La secuencia de los acontecimientos diarios se fue desarrollando poco a poco frente a nosotros, y nos fue integrando en su hacer hasta que nos fuimos fundiendo con ese todo tan simple del transcurrir en la naturaleza. Ibamos comiendo lo que teníamos, poniéndonos la ropa que estaba menos sucia sin mirar el color, y simplemente recibíamos a todo el que se cruzaba en nuestro camino, animal, persona o árbol. Creo que a medida que avanzaba el tiempo, y nuestra mente se sintonizaba con la simplicidad de poder ir experimentando cada cosa a medida que se presentaba, en lugar de tener que estar constantemente teniendo que decidir donde enfocar la energía, íbamos descubriendo también otra manera de relacionarnos entre nosotros, más tranquila, alegre y fresca. Por suerte, el tópico se confirmó, y al perdernos, nos encontramos todos.

Al regresar, me sentí verdaderamente ajena a esta realidad tecnológica a la que antes estaba tan acostumbrada. Como si mi sistema se hubiera habituado a funcionar a cámara lenta, no podía de repente asimilar lo que supone enfrentarse a los correos electrónicos, páginas web, mensajes SMS y otras perlitas que nos regala nuestro moderno estilo de vida. Todo eso me resultaba molesto, pero sobre todo ajeno, acelerado, antinatural. Ahora, unos días después, me encuentro en una especie de “in between”. No puedo negar que me gusta estar en contacto con mis amigos; no tengo más remedio que conectarme y usar la tecnología para mi trabajo; y además, hay temas que me interesan sobre los que puedo aprender mucho en la web. Pero me gustaría conservar algo de la simplicidad, la frescura, la sensación de que todo está bien, que tuve cuando simplemente pude dejarme fluir, enfocar mi atención en una sola cosa, y luego en otra, sin enrollarme ni dispersarme. Y me doy cuenta de lo difícil que es estar centrado, tranquilo, y simplemente contento, en este mundo tan mediatizado, tan acelerado, tan exigente y complicado. No estoy diciendo nada nuevo, pero la verdad es que el haber experimentado tan claramente cómo se siente uno al “desengancharse” de los múltiples estímulos cotidianos, y al estar en contacto con la tierra, el cielo, el aire y el agua, me ha cambiado mi forma de mirar la realidad que habitamos. Creo que será cuestión de permanecer en este estado intermedio, durante un tiempo, y dejar que el sentimiento vivido se vaya asentando, poco a poco, y que produzca los efectos que deba producir.

Con esta modesta e inconclusa reflexión os dejo y os deseo todo lo bueno para el 2012. El mío comenzó de la mejor manera que me podría imaginar… desenganchada.

2 comentarios:

  1. Sabias palabras.Sabias reflexiones. Que tu permanencia en la "tierra media" sea posible, unificando la realidad verdadera de la naturaleza y la otra realidad (también verdadera) de nuestra alocada civilización.
    Cuánto me neseñan tus experiencias de vida!
    Un fuerte abrazo y Bienvenida!!
    Carmela

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  2. ¡Gracias Brezo, gracias Carmela! Mi vivencia de los últimos días, desde que escribí este post, es que no es nada fácil transitar la tierra media... pero en eso estamos, buscando el equilibrio. ¡Un abrazo!

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