domingo, 11 de septiembre de 2011

"In Between"



Generalmente construimos nuestra vida sobre la base de pequeños o grandes hitos: una entrevista de trabajo, una salida al cine, un examen, esas esperadas vacaciones. Le damos importancia a unos pocos momentos que nos parecen significativos, y el resto parece como un vacío que hay que llenar pasando el rato lo mejor posible, cumpliendo nuestras obligaciones, intentando no aburrirnos ni estresarnos demasiado[1].

La mayor parte del tiempo estamos en un estado que en inglés llamaríamos “in-between”. Algunas expresiones inglesas logran comunicar una idea de una manera precisa y al mismo tiempo laxa, que puede abarcar muchas cosas y nos transmite de manera concreta esa sensación que envuelve a todo un abanico de situaciones. Esta es una de ellas. ¿Cómo traducirla? Según el diccionario, la traducción más precisa sería “intermedio”. Lo que me gusta del término en inglés, a contrario de su equivalente en español, es que deja abierta la posibilidad de imaginar entre qué dos cosas nos encontramos: los segundos  que trascurren desde que terminé de quitarme la ropa y meterme en la ducha; el instante que pasa desde que una mujer levanta el teléfono y escucha la voz al otro lado; el momento en el que el portavoz del jurado abre la boca para enunciar su veredicto, pero aún no ha emitido la palabra decisoria. Algunos de estos momentos nos parecen eternos, porque pueden cambiar todo el curso de una vida. Otros se nos antojan tan rutinarios y anodinos que pueden pasar desapercibidos. Entre el silencio y la palabra, entre el pensamiento y la acción, entre el salto y la caída, hay sin embargo, algo de magia, se abre un breve espacio en el que todo es posible, el final está abierto y no se ha escrito aún el desenlace. Quizás sea por eso que me gusta viajar. Me subo al tren o al avión, y por unas horas, se abre un paréntesis durante el cual podría imaginar cualquier cosa.  Puedo ser otra persona, habitante de otra vida totalmente diferente a la mía propia.

Nos pasamos gran parte de nuestra vida en un gran intermedio, en un eterno estado de transición. En cuanto obtenemos algo, se aparece ante nosotros un nuevo objetivo que nos hace embarcamos hacia una nueva conquista. Antes de que nos demos cuenta, nos encontramos de nuevo en el “in-between”, es decir, en medio de aquello que ya hemos logrado y de lo que queremos alcanzar a continuación. A veces nos parece estar demasiado tiempo en el banquillo, entre bambalinas, esperando salir a escena, y la vida adquiere un aspecto plano y algo gris, mientras los minutos, las horas, los días, se van apilando uno tras otro, convirtiéndose en horas, y luego días.

En realidad, cada minuto, cada segundo cuenta. Estamos constantemente tejiendo la trama de nuestra existencia. Cada movimiento, cada gesto, cada pensamiento, es igualmente importante que el anterior y el que le precederá. Construimos nuestra realidad cada segundo, y no sólo durante aquellos momentos que consideramos significativos. Si bien es verdad que como dijo Goethe, hay una magia en cada nueva acción y movimiento[2], también la transición esconde un misterio. Una vez pasado el sabor del nuevo inicio, nos quedamos irremediablemente en el medio: no estamos en el punto de partida pero aún nos falta para alcanzar nuestro objetivo. Ni aquí ni allá.

Podemos sentirnos perdidos, desconcertados, quizás porque en el fondo la vida no es mucho más que eso, un paréntesis entre dos grandes hitos, el nacimiento y la muerte. Pero es posible detenerse ahí, en el medio, resistir el impulso de salir corriendo, y explorar ese lugar que es un poco ninguna parte. Como el Nowhere Man de los Beatles.  Quedarnos perplejos y desorientados, y a pesar de ello, esforzarnos por simplemente vivir.

En el mundo de la literatura, la “mentora”, en sentido figurado, de este blog, Virginia Woolf, exploró como pocos la trascendencia del paso del tiempo, y de cómo nos relacionamos con él. Paradójicamente justo antes de suicidarse, nos dejó bien clara su pasión por el tiempo vivido en una carta póstuma a su marido: "Querido Leonard: mirar la vida de frente, siempre mirar la vida de frente, y conocerla por lo que es. Finalmente, conocerla, amarla, por lo que es. Y después, guardarla. Leonard, siempre los años compartidos, siempre los años, siempre el amor, siempre las horas”…


[1] La foto que ilustra esta entrada se encuentra en: http://gorgheus.wordpress.com/page/5
[2] “Cuanto puedas hacer o soñar, inícialo. La audacia posee genio, fuerza y magia”