lunes, 10 de octubre de 2011

La felicidad es el salto de una ballena


A veces, la felicidad es el salto de una ballena. Una danza frenética, un ritmo eléctrico de tambores. Repiqueteo de tacos sobre el tablao, vuelo vertiginoso de faralaes. Un estallido de pólvora de colores contra la noche de verano. Una carcajada incontrolable, que hace estallar el corazón en confeti multicolor desparramado por todo el universo. Una explosión, un grito jubiloso, como el que lanza el futbolero al ver el balón empotrado por fin en la red. Una carrera desbocada por la playa desierta, una canción alegre y disparatada.

Así me sentí la semana pasada, cuando recibí, de pronto, una magnífica noticia que me libera de una pesada carga, y a un ser muy querido, de un sufrimiento injusto, tedioso y prolongado.

En momentos como éstos, la alegría te posee, te emborracha. Contemplo la noticia como cuando de niña contemplaba extasiada y somnolienta el salón sembrado de globos y juguetes sin abrir, relucientes en una cristalina mañana de enero madrileño. Esta noticia es mi gran regalo sin abrir, es como una carroza plateada y resplandeciente galopando acelerada al baile de mi vida.

Sé que no durará demasiado la euforia. Abriré los regalos, me acostumbraré a ellos, los incorporaré a mi rutina. La vida volverá a ser “normal”. Incluso puede que tenga que salir corriendo en lo mejor del baile para buscar a los niños al colegio. ¡Pero qué bonito es entregarse a estas pequeñas fiestas sorpresa que nos regala el destino de vez en cuando!

Esta entrada se la dedico a mi gran amigo Arlo Hemphill, en un día muy especial de su vida. Arlo es escritor, conservacionista, explorador, y todo un superviviente. Le deseo todo lo mejor en esta nueva etapa que estrena hoy.

Foto: Daniel Alarcón Arias, en http://www.fotonatura.org/galerias/fotos/233858/

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