lunes, 8 de agosto de 2011

Momento Presente


Banderines de colores ondeando al viento. Las figuras caprichosas que forman las nubes, tan solo por un segundo antes de desarmarse. La torre de la catedral que quiere arañar el rabioso azul del cielo. Una nota musical suspendida en el aire. Son puertas a la magia, a la perfección del momento presente. Si somos capaces de detenernos en su umbral por solo un instante, nos descubren un mundo totalmente distinto, más vibrante, pleno, eterno. Y sin embargo, este mundo es idéntico en lo formal al que siempre vivimos. Sólo tiene otro sabor. Los colores son más vivos, los sonidos más plenos, la luz más profunda. El espacio se hace visible, cobra sentido, es la nada que lo contiene todo, el vientre materno de todas las criaturas, de toda la materia, que se vuelve ligera, transparente. Es como si el mundo que generalmente percibimos no fuera más que una burda imitación, una fotografía velada y sucia, del mundo real. Esta fotografía no logra reflejar ni por asomo la absoluta belleza, el milagro de lo impermanente, la eternidad de lo que está en cambio constante.

Si estamos atentos y somos capaces de frenar el parloteo de nuestra cabeza, aunque solo sea parcialmente, y dejamos de revivir el pasado o planificar el futuro, nos daremos cuenta de que cada día recibimos cientos de invitaciones a entrar en el jardín secreto, a cruzar del otro lado del espejo, a seguir al conejo blanco. El vuelo del cóndor sobre las montañas, el gato negro que se te cruza en el camino, el silencio de la nieve al caer, el colibrí suspendido en el aire aleteando cien veces por segundo, la sonrisa de tu hijo cuando le vas a buscar al colegio, el viejito cruzando la calle a paso de tortuga, apoyado en su bastón, aparentemente ajeno al ruido y la prisa de la calle.

Hay infinitas puertas. Si conseguimos abrirlas y entregarnos a ellas, aunque sea por una décima de segundo, derribaremos el muro de metracrilato que nos separa de la experiencia, y el mundo bello, real, puro y urgente, se abrirá ante nosotros como un milagro. Podremos incluso sentir que somos parte de ese milagro, que estamos dentro del universo pero que también contenemos el universo en nuestro ser. El más pequeño de nuestros átomos late con el pulso del universo y el universo late dentro de él. Este es el misterio de la vida. Quizás la felicidad consista en no buscar la respuesta, solo sentir la pregunta y maravillarse ante ella.

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