viernes, 29 de julio de 2011

Nieve



Levanto la vista un momento y miro por la ventana.

Sin aviso, como un regalo inesperado, veo la nieve caer lenta, silenciosa,

dejo mi tarea por unos segundos y me quedo mirando.

Los copos, minúsculos y etéreos, casi tan ligeros como el aire,

parece que flotaran, se dejan llevar, levemente se elevan, giran en su danza

antes de posarse, suavemente sobre el suelo.


Antes de fundirse en el manto blanco que se irá formando poco a poco,

sólo si el frío lo permite, si el sol demora un poco más su calor.

Los copos no tardarán mucho en desaparecer, en transformarse en agua que alimenta la tierra,

pero mientras tanto bailan, disfrutan de su ligera caída,

y al hacerlo me embelesan, el tiempo se hace elástico como si todo de repente ocurriera en cámara lenta,

como cuando era niña, y podía simplemente mirar, sin pensar, disfrutar del espectáculo y perderme en él.

Sin pensar en el mañana, ni el ayer, ni en el quehacer,

Por un momento, quisiera ser como los copos de nieve,

leves y despreocupados en su morir, que es el vivir

cada instante como único, lento, irrepetible y urgente.

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